Planear para fracasar
- Antonia Guci
- 11 nov 2019
- 3 Min. de lectura

Hace dos semanas me pegué una escapadita a mi pueblo favorito en este planeta, Tepoztlán (si viven en México y no han ido háganse un favor y vayan, en serio).
La mayoría de los que me leen sabe que estoy en proceso de terminar de escribir mi primera novela (spoiler: es sumamente gay ♥). Me ha costado mucho hacerme el tiempo para escribir lo que me falta, así que supuse que irme a un hostal con una vista mágica a las montañas iba a ser la solución, pero la verdad es que no fue así.
Ya estoy acostumbrada a no planear nada, nunca me ha gustado tener expectativas de la vida porque considero que lo más hermoso es dejar que esta te sorprenda. Dicho esto creo que por primera vez en mucho tiempo tenía un plan que pretendía seguir al pie de la letra:
1. Despertarme
2. Meditar
3. Desayunar
4. Escribir
5. Almorzar
6. Escribir
7. Cenar
8. Meditar
9. Dormir
Al final mi plan fue un fracaso y mis días fueron algo más parecidos a esto:
1. Despertarme
2. Tomar una clase de meditación/chi kung/yoga/tai chi
3. Desayunar con quien estuviera en la mesa y conversar 2 horas seguidas
4. Prender el computador, ver el cursor parpadear en la pantalla y apagarlo
5. Aceptar cualquier invitación a cualquier lugar que cualquier persona me hiciera
6. Almorzar
7. Volver al hostal y conversar 2 horas más con quien estuviera ahí
8. Tomar té acostada en una hamaca
9. Cocinar la cena con quien quisiera acompañarme
10. Conversar otras 2 horas con quien estuviera
11. Dormir
Creo que la única parte que seguí de mi plan inicial fue la de despertarme y dormir, pero el hecho de que el plan cambiara tanto significó compartir cosas increíbles con extraños que se sentían como amigos de toda la vida.
Lo mágico de viajar solo es que nadie te conoce, nadie espera nada de ti y a nadie le interesa el equipaje que traes contigo, esto me quedó claro porque las personas con las que compartí me repetían una y otra vez "Antonia, da igual si escribes o no hoy, disfruta el momento". Así que eso hice, estuve tan presente como pude y dejé que la vida me llevara a donde tenía que llevarme ... que el penúltimo día fue la casa de una bruja tepozteca en la mitad de una montaña, pero de eso hablaré otro día.
Este viaje me sirvió para darme cuenta de lo mucho que he cambiado y de todas las versiones de mí misma que tuve que sepultar para que pudiera nacer la que hoy escribe estas palabras (y de la cual estoy extremadamente orgullosa). Compartir mi semana con gente que vibraba en mi misma frecuencia me recordó lo importante que es rodearse de personas que te eleven y que te inspiren a ser la mejor versión de ti mismo que puedas llegar a ser.
Lo más curioso de toda esta aventura es que el día que volví a mi casa la creatividad me fluyó como si alguien hubiera abierto una llave de paso en mi mente que no sabía que existía. Escribí más de 60 páginas del libro, terminé la segunda parte del poemario que pronto van a poder tener en sus manitos y me di cuenta de que si uno confía en el proceso que la vida tiene para nosotros las cosas salen tal y como se supone que tienen que salir.
Entréguense al proceso de todo lo que están viviendo, enfrenten las cosas con un corazón abierto y con la certeza de que la vida sabe lo que está haciendo.
Hoy me despido con una frase que me dijo un alma mágica mientras nos metíamos debajo de una cascada en alguna parte del bosque: quédate con la gente que te inspire con solo ser ellos mismos, porque esas son las personas que te van a ayudar a que tú misma seas una fuente de inspiración para ti.
Anto! Te adoro y es increíble que nunca dejas de sorprenderme! Tqm! Y te extraño bonita! Espero verte pronto!